Tomando un café con un amigo tuve la osadía de traer a colación el tema del cambio en las directrices de este país con el objeto de alcanzar metas relevantes en el corto, mediano y largo plazo.
La única manera de hacer parte de este cambio es obrando políticamente bajo un modelo serio, concienzudamente diseñado y teniendo en cuenta las limitaciones de las generaciones actuales y futuras, quien en definitiva son el motor de todo cambio.
Divagar sobre este tema lo hace a uno adentrarse en terrenos complicados y poco estudiados en la profundidad, pero además hace del ejercicio un proceso interesante en el que al final si todo concurriera en una sinergia perfecta, el 100% de los objetivos serían alcanzables.
En todos los rubros y a todos los niveles el país permanece estático o se mueve paquidérmicamente, adolece de falta de visión y lo que es más común, se desarrolla a merced y al ritmo de quienes manejan los medios, grupos económicos, las leyes y los intereses políticos del momento.
¿Por qué no pensar en el cambio real? ¿Qué nos impide alcanzar metas? ¿Por qué nos quedamos cortos en la planificación integral? ¿Por qué nos duele el paso a paso con firmeza? ¿Por qué todo lo queremos para el presente inmediato así esté mal hecho?
La respuesta sólo se puede reducir a IDIOSINCRASIA. Hay muchas pruebas de esto y aunque mi objetivo no es formar una discusión acerca de este insumo básico de nuestra sociedad puedo hacer una ilustración primaria de esto.
¿Cuántos de nosotros no parqueamos en sitios prohibidos simplemente porque creemos no importunar a los demás? Lo hacemos porque a pesar de que estamos infringiendo la ley a nuestro modo particular de ver las cosas la falta no es grave y es poca la afectación al resto.
¿Cuántos de nosotros no hemos pagado una mordida a un policía de tránsito después de pasar una luz en amarillo? Nuestras autoridades son en esencia corruptas como una consecuencia del sistema (desafortunadamente la mayoría de las personas que aplican a cargos en la policía lo toman como una opción facilista, de poco esfuerzo y resultados económicos a corto plazo. Los genios es esa institución podrían contarse con los dedos de la mano).
¿Cuántos creemos que no manejar con tragos es un tema para evitar sanciones y no porque estamos convencidos que está mal hecho?
¿Cuántos habrán dicho con orgullo que trabajan ocho extenuantes horas diarias cuando en realidad las horas efectivas de trabajo se reducen a tres, porque el resto del tiempo lo desperdician hablando por teléfono o visitando redes sociales? ¡Que diferencia con los alemanes o japoneses quienes si trabajan seis horas, son seis horas netamente productivas!
¿Acaso no se paraliza el país porque hay un reinado de belleza, festival en Valledupar o carnaval en Barranquilla? Un país no puede progresar si piensa que el folclor es el mejor aprendizaje que puede obtener la historia ya vivida.
¿Debemos estar orgullosos de ser el país que pelea el primer lugar por poseer más días festivos en el año? Un país supuestamente laico no puede permitir que el 75% de sus días festivos sean instituidos por la iglesia católica.
¿Se han preguntado por qué no se han impuesto las máquinas dispensadoras de periódicos en las esquinas de las ciudades?
Podemos dejar que estas muestras sin duda vergonzosas de una complicada IDIOSINCRASIA sean eternas e invariables? La respuesta sólo puede ser NO.
Ese amigo con quien tomé un extenso café hablaba de que la causa de tanto infortunio genético era nuestra infame mezcla histórica entre malicia indígena (que para nada me hace sentir orgulloso) y la más baja ralea española. Pero desde el fondo de mi alma no creo que la naturaleza haya obrado de manera tan perversa para tomar lo peor de cada una de esos orígenes y así definir lo que hoy somos. Y si así irremediablemente fuera, es claro que todos a quienes nos interesa lo que sucede en el país tenemos una bendita tara que nos hace pensar que no estamos condenados históricamente a ser ingenuos y aceptar con resignación que no somos capaces de proyectarnos como potencia mundial con una firme disposición, capacidad y disciplina.
Siempre habrá una oportunidad para todas las sociedades. Lo importante es tener la perspectiva de cambio como opción. Investigar, crear normas y cumplirlas, establecer derroteros con metas bien encaminadas. En definitiva empezar el cambio en el momento preciso.
Es posible entonces establecer las causas de los problemas y buscar soluciones. Mi propuesta desde este intento de ensayo es agrupar en grandes rubros los temas de interés nacional y lograr que gente especializada y con visión de cambio pueda desde su perspectiva aportar un esquema de solución aplicable y real.
Estos rubros serían:
- Infraestructura
- Economía
- Sociedad
- Cultura y Educación
- Política y legislación
- Moral
- Otros (tal vez más importantes o específicos)
Ninguno de los anteriores excluyentes de los otros y pensando que la especificidad inicial puede y debe trocarse en una amalgama muy interesante.
Cada uno de los temas definidos deberán tener un desarrollo, que bien podría llevarse a cabo a través de subtemas que inicialmente se traten separadamente y al final se traduzcan en una idea clara, parte del objetivo que nos tracemos. Por ejemplo, si hablamos de infraestructura, los subtemas podrían ser:
¿Qué tenemos?
¿Cómo estamos con relación a los demás?
¿A dónde queremos llegar?
¿Qué necesitamos?
¿Cómo lo logramos?
¿En cuánto tiempo?
Si hablamos de educación, la cuestión es establecer programas a todo nivel, es decir:
1. A largo plazo.- La base fundamental de una sociedad es la niñez. Si establecemos cátedras escolares de profundas raíces morales y desarrollo de las capacidades individuales, a futuro tendremos una sociedad que en esencia fortalecerá desde la familia a las generaciones venideras.
2. Plan de choque.- A quienes ya están formados en carácter y aún no han entendido la necesidad de vivir adecuadamente en comunidad habría que restringirlos con normas más estrictas o simplemente aplicarles psicología estilo cultura ciudadana de la Bogotá de los 90´s para empezar un cambio forzado.
Las propuestas de educación siempre surtirán efectos a largo plazo y es claro que no se puede en un escrito como este definir los alcances de algo que apenas se vislumbra como una utopía alcanzable.
Desarrollar cada uno de estos temas implicará fortalecernos en conocimiento, especializarnos, aprovechar la experiencia de aquellas sociedades que ya han alcanzado éxitos o fracasado en el intento.
Para quienes nos interesa ser parte activa de este cambio, impulsado por la clase media (un 44% para nada despreciable de gente capacitada, generadora de ideas y con capacidad para cambio) es muy importante ir concretando el perfil de este blog, crear con responsabilidad mesas de trabajo virtuales y definir muy claramente hacia dónde vamos.
A pesar de nunca haberme destacado por ser un ideólogo de manifiesta fecundidad, ponerme a pensar en este país y sus posibilidades de cambio surte un inexplicable efecto sobre mí llenando mi cabeza de ideas que si se concretaran con los medios adecuados, llegaríamos a construir una sociedad mejor y definitivamente decidida a progresar.
La tarea no es fácil, pero como lo comenté arriba toda sociedad siempre tendrá una oportunidad más. ¿Cómo se hace? Es el momento de comenzar con la lluvia de ideas (como lo comentó Boris Ackerman en alguno de sus correos). Hay que empezar a generar sinergia entre quienes queremos un cambio fortalecido y bien fundamentado; dejar de pensar en que en Colombia, país de caudillos y no de ideas, sólo un individuo con labia penetrante puede ser el motor de un cambio real; despegarnos sin miedo de la clase política actual y empezar a hacer política inteligente y con poder de convencimiento; no darnos por vencidos cuando vislumbremos lo duro del camino y empiecen las amenazas; no dejarnos seducir por las sectas que tradicionalmente manejan el país porque definitivamente no nos toca hacerlo y lo más importante establecer un programa claro, ideado con base en información veraz y cumplible en plazos específicos.
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